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La aventura comenzó bordeando los caminos del Paseo de los Colorados, ahí donde el sonido de la respiración se escucha alto y claro. Purmamarca es la calma debajo del algarrobo y los detalles inmensos.
Continuó en Tilcara, la localidad de los mil amarillos y las paredes que hablan. Subimos hasta el Pucará y el viento se sintió como una mañana de antaño, de esas que sólo se viven viajando en el tiempo.
Nuestra tercera visita fue a Humahuaca, punto de partida para dos destinos impresionantes. La Quiaca, donde cruzamos la frontera con Bolivia hacia Villazón; e Iruya, un pueblo enclavado en la montaña salteña que sólo es accesible desde Jujuy.
De aquellas mágicas alturas al ruido y los parques de San Salvador: les aseguro que la memoria guarda miles de colores y no sólo siete.