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Subimos en el teleférico del Cerro San Bernardo, en plena Salta Capital. Bajamos caminando, entre mates y charlas hasta que se escondió el sol dejando paso a las luces de la ciudad. Nos subimos al Tren de las nubes, el primero de la temporada: una camino emocionante directo hacia las entrañas de pueblos de difícil acceso, de sonrisas que esperan, de paisajes que mutan, viven, renacen. Llegamos hasta San Antonio de los Cobres, a 3760 metros sobre el nivel del mar. Vimos el infinito de cerca en las Salinas Grandes. Recorrimos las yungas, buscamos el horizonte en la recta del Tin tin, encontramos especias y puertas con historia en Cachi. Probamos empanadas con vino torrontés en Cafayate, anduvimos las rutas zigzagueantes de la Quebrada de las Conchas y miramos al cielo desde el Anfiteatro para comprobar que si: Salta deja huella hasta la raíz.
